La creencia en la libre expresión y el juego, es uno de los puntos más controvertidos de su práctica escolar. Defendía la idea de dejar a los alumnos libertad para expresar sus instintos agresivos y destructivos, facilitando la liberación emocional, lo cual solían hacer a su llegada al centro, dando charlas o lecciones privadas, que consistía en una aplicación personal de la psicoterapia freudiana, destinada a la liberación de todos los impulsos y emociones reprimidas del niño. Estas lecciones tenían el propósito de <<acelerar su adaptación a la libertad>>.
Se le ha considerado partidario de la anarquía, clasificándola a veces como pedagogo libertario. Sin embargo, él identifica la anarquía con el desorden y el caos, distinguiendo entre libertad y anarquía, que la libertad de cada uno se detiene allá donde es necesario respetar el derecho que poseen los demás con su propia libertad, y si no es respetada, sí se tratará de anarquía.
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